Plástico: el gran invento que acabamos convirtiendo en pesadilla
Las imágenes de las costas de Sri Lanka plastificadas tras el hundimiento del barco que transportaba miles de millones de bolitas de poliestireno vuelven a sobrecogernos.
Una vez más el debate sobre el uso de este polémico material se encona ante la constatación del terrible impacto ambiental que genera su vertido incontrolado.
Pero, antes de culpar al material, tal vez sea oportuno echar la mirada atrás para entender cómo se nos ha podido ir de las manos un invento que revolucionó nuestras vidas aportando tantas soluciones en tantos campos de nuestro desarrollo y que, en apenas siglo y medio, hemos acabado por convertir en la peor de las pesadillas.
El año pasado superamos la producción de 500 millones de toneladas anuales de plástico: un 1.000% más que en 1980.
Existen muchas teorías sobre la aparición del plástico, pero la mayoría de las fuentes coinciden en señalar que su descubrimiento del se debe a un joven estadounidense llamado John Wesley Hyatt, quién en 1868 consiguió crear por sus propios medios un material plástico al que denominó celuloide.
Pero lo que hizo en realidad el joven Hyatt fue adaptar, mejorar y hacerse suyo (algo demasiado habitual en el mundo científico) el trabajo previo de un viejo profesor inglés de ciencias naturales, uno de esos grandes investigadores de laboratorio que consagran su vida al avance de la ciencia: Alexander Parkes.
Uno de los cócteles químicos que preparó por azar el profesor Parkes fue el resultante de mezclar un chorrito de nitrocelulosa, otro de aceite de ricino y un pellizco de alcanfor.
Aquella nueva mezcla sintética dio origen a un material desconocido, un producto muy resistente, moldeable y casi transparente. Estábamos en 1860 y sin ser consciente de ello, Alexander Parkes acababa de inventar la parkesina: el primer plástico.
Sin embargo el invento de Parkes no tuvo el éxito esperado. Nadie le prestó la menor atención, no consiguió convencer a ningún industrial de sus utilidades y, convencido de que aquello no servía para nada, el decepcionado descubridor del plástico acabó por guardar la fórmula de la parkesina en el fondo de un cajón. Hasta que apareció el intrépido de Hyatt.
Gran amante de los inventos (a lo largo de su vida registró centenares de patentes), Hyatt le compró la fórmula del celuloide a Parkes, añadió alguna que otra sustancia química y probó diferentes mezclas hasta que, gracias al uso del etanol, mejoró notablemente el resultado final.
Uno de los productos que andaba buscando Hyatt era un material resistente que se pareciera mucho al marfil, que como consecuencia de las primeras matanzas de elefantes empezó a escasear.
Como consecuencia, las marcas de billar, uno de los juegos más populares de la época, se quedaron sin materia prima para fabricar sus bolas y organizaron un concurso con un cuantioso premio para quien inventara un material similar para fabricar sus bolas. Y Hyatt se lo llevó gracias a su nueva resina plástica.
A lo largo de las siguientes décadas se realizaron todo tipo de mezclas de celuloide con un sinfín de sustancias químicas para atender a diferentes demandas. El resultado de todos esos cócteles fue dando paso a la gran variedad de polímeros plásticos que hoy en día conocemos.
Desde entonces, y gracias al uso de este versátil material, la humanidad ha conseguido avanzar en todos los terrenos: desde la navegación y la construcción, hasta los tejidos, la automoción e incluso los avances en medicina.
Las nuevas tecnologías no se hubieran desarrollado hasta donde hoy conocemos si no hubiera sido por la aparición del plástico, gracias al cual dimos una gigantesca zancada evolutiva.
El problema es que lo incorporamos a nuestro entorno con demasiada confianza y de una manera un tanto alocada, con falta de prevención en muchos casos y sin tener en cuenta que se trata de un compuesto químico al que, en algunos casos como el del PVC, se le añaden sustancias tan conflictivas como el cloro, un compuesto muy inestable y que puede resultar altamente tóxico.
Los plásticos son materiales seguros cuando se utilizan como es debido y son sometidos a un debido control a lo largo de toda la cadena: desde que los fabricamos hasta que los usamos y se convierten en residuo.
La peor decisión que tomamos fue elaborar con ellos productos de un solo uso: de usar y tirar. Desde bolsas de supermercado a maquinillas de afeitar; desde cubiertos desechables a cañitas de refresco.
La mayoría de los polímeros tienen una historia muy corta, menos de cincuenta años, de manera que todavía no sabemos exactamente los riesgos tóxicos que tienen para nosotros y para el medio ambiente cuando se convierten en basuraleza.
Algunos se están descubriendo ahora: demasiado tarde. Porque hemos convertido a un recién llegado en uno de los materiales residuales más abundantes del planeta.
El año pasado superamos la producción de 500 millones de toneladas de plástico: cerca de un 1.000% más que en 1980, y casi un 80% de esa producción serán plásticos de usar y tirar.
El plástico nos asedia. Estamos a punto de superar la capacidad de carga de nuestro entorno. Islas, continentes, hemisferios: La Tierra en su conjunto podría convertirse en una gigantesca bola de plástico, como las que ideó Hyatt para jugar al billar, si no abandonamos pronto la cultura del usar y tirar y razonamos su fabricación y consumo.
Articulo fuente: https://blogs.elconfidencial.com/medioambiente/ecogallego/2021-06-13/plastico-contaminacion-marina-productos-usar_3125547/